Texto: Odilius Vlak / Ilustraciones: Eddaviel
Caso de invasión marciana en 1492
UNA GUAZÁBARA CONTRA LOS MARCIANOS
Continuación de La profecía de Cacibaquel
Rayos caloríficos y gases venenosos asolan un yucayeque. Pertenece al Cacicazgo de Maguana. Nuestros héroes emergen del portal del afiche directo al bombardeo.
«Yoss, ¡cuidado!»
Su espada desvía a tiempo el rayo. El impacto lo dispara hasta un conuco de yuca. Se levanta aturdido. Sostiene algo.
«Mira lo que encontré, chico.»
El cristal de cuarzo del cemí destella un naranja embriagador: ¡la iluminación perpetua de la cohoba! El ídolo habla:
«Soy Yucahuguamá. Fui quien profetizó a Cacibaquel la llegada de estos invasores. Pero interpreté mal mi visión: no son terrestres… Gracias por poner tu espada al servicio de nuestra causa, Conan el Cimmerio. El Caribe le da la bienvenida a tu Era Hiboria; Yúcahu y el dios Crom en alianza mitológica contra los demonios alienígenas del hermano bastardo de Itiba Cahubaba: el planeta rojo.»
«¿CONAN…?», Yoss finge incredulidad. «Ah sí». Brinca jubiloso. El outfit ajustado resalta una energía bárbara Súper Extra Grande.

«¡Vieron eso! Yoss encarnó el avatar cuando Yucah… como sea que se llame, lo mencionó. Seguro es un fanático de la espada y brujería», se asombra Joel Morales transformándose en otro personaje.
«Bienvenido Cocubaní: guerrero del Pueblo Azul. Finalmente tu luna copuló con mi luna.»
Continúa invocando avatars para cada uno de los CABALLEROS DE LA LIGA DEL TIEMPO. El grito lejano de Nan Chevalier les recuerda que están a mitad de un ataque. Una taína tropieza contra Ogún, ahora second life de Erick Mota. El panteón Yoruba diciendo presente. La mujer huye; tropieza; mira hacia arriba con ojos espantados.
Los taínos desaparecen dentro de una gran cueva. Imploran: «Madre Atabey, resguárdanos dentro de tu vientre».
«Y hablando de personajes hechos a la medida, no veo a Eggoviel…», Odilius Vlak pausa mirando a todos lados.
«Ten fe en tu cruz fray Ramón Pané, lo demás vendrá por añadidura», asegura Yucahuguamá.
Efectivamente empuña un crucifijo fantástico. No es el jerónimo histórico, sino el de Viaje al centro de los mitos.
«WAOOOOO!!!», exclama Manuel Antonio, «un crucifijo con superpoderes. No tengo que mirarme en un espejo para saber que soy Magnuseven: mi self made superheroe.»
«Excelente», celebra Markus E. Goth, «todo tipo de magia y tecnología será útil.»
«¿Qué personaje te exoesqueleta?», Leorian, con los ojos de Cosmos, lo mira sospechoso.
«Soy NAMIRRHA, vidente y nigromante. Temido en el lejano futuro de Zothique, último continente sobre la tierra. Thasaidon y Thamogorgos desean adoradores terrestres en ese final de los tiempos, no marcianos. Si conquistan este pasado, no existirá ese futuro»
«Mejor regreso este mershandise de la fantasía taína a la tierra», bromea Yoss colocándolo entre los fragmentos de un burén.
«La nigromancia nunca es buena aliada. El abuelo Bayamanaco cayó en su abismo y Yayael se arrojó tras él… Igual eres bienvenido. También tú, Cosmos.»
«¡JAU!», ladra un perrito aon. El pánico le cura la mudez. Mira hacia arriba acurrucado tras el cemí.
Los marcianos atacan.
«CABALLEROS DEL TIEMPO… ¡Vámo allá!»
DIARIO DEL ARIJUNA EXTRATERRESTRE
Nuestro Plan A era robar los cuerpos del terrícola llamado Cristóbal Colón y de toda la tripulación española que navegaba el Océano Atlántico en dirección oeste. Su objetivo era llegar al extremo oriente del planeta rodeando su circunferencia. La ventaja era emprender nuestra conquista camuflados de los miembros más poderosos de la especie. No de los nativos del continente que sabíamos iba a descubrir. Ya habíamos cartografiado todo el orbe terrestre.
La idea era brillante: apoderarnos de una región desconocida por el resto de los habitantes del planeta; parasitar los cuerpos de sus habitantes; establecer una gigantesca base de operaciones…

Los interceptamos a mitad de camino. Pero su fanatismo católico y la vibración sonora de las palabras «¡Dios reprenda al diablo!», bloquearon el body snatching al convertir su sistema nervioso —receptáculo de nuestro virus replicante— en una fortaleza inexpugnable. No quedó otra opción que hundir las tres carabelas.
Descartamos el robo de cuerpos. Dimos paso al Plan B: EXTERMINIO total de la población aborigen. La logística más simple era arrasar primero las islas donde Colón llegaría: las Antillas. Los imperios continentales —aztecas, incas y mayas— tomarían más tiempo y solo tenemos tres naves de scouting. Los taínos, caribes, siboneyes, ciguayos, guanahatabeyes…, poseen un arsenal bélico más primitivo. Otra cosa: sus recursos minerales, necesarios como fuente de energía, se ubican en una geografía minúscula. Procedimos.
Iniciamos en el norte de Quisqueya. El primero en caer fue un cacique de nombre Guacanagarix. Siguieron los ciguayos de la península de Samaná. Nos enfrentaron con flechas que hicimos cenizas en pleno vuelo. Guarionex, cacique del hermoso y rico Cacicazgo de Magua, corrió la misma suerte. Luego enfilamos rumbo al sur. Sorprendimos los dominios de una reina llamada Ozema. No quedó un solo cuerpo sin envenenar ni quemar.

Llegó el turno del Cacicazgo de Maguana, reino de la maga Anacaona y su esposo, el formidable guerrero Caonabó. Fue un abuso. Ya estábamos a punto de finalizar el holocausto, cuando —al parecer desde un portal dimensional abierto repentinamente— saltaron al campo de batalla unos humanos dotados de poderes incomprensibles para nosotros.
Concluimos que viajaron desde el futuro con el fin de defender a los aborígenes y repeler nuestra invasión. Aún estamos combatiéndolos. Rayos caloríficos y gases venenosos los repelen o hieren, pero no los aniquilan. Descubrimos que su fanatismo freaky les permite hacer cosplay real de personajes ficticios —superhéroes, dioses, magos, guerreros…— habitantes de las dimensiones de mitologías, libros, cómics, películas y videojuegos de fantasía, ciencia ficción y horror. Tal es el secreto de sus poderes.
Podemos acceder a esas dimensiones. Destruir sus historias. Pero en el futuro que se crearon. No desde este pasado. Eso implica posponer la conquista aquí y abrirnos otro frente allá: contra terrícolas mejor armados. Solución descartada.
Último intento de deshacernos de ellos. Si fallamos, solicitamos permiso para destruir el planeta desde el espacio exterior. Su existencia amenaza la nuestra.
BATALLA FINAL: SANTO CERRO ALTERNATIVO
«Buena idea replegarnos al valle de la Vega Real», aprueba Magnuseven, «naceré aquí en el futuro.»
«Mejor ocupa tu puesto», recomienda Conan. «Si perdemos este pleito, no nacerás.»
Implementan la estrategia de defensa diseñada luego de repeler las tres naves marcianas en las costas del Cacicazgo de Jaragua. Caonabó ya era un montón de carne achicharrada a su llegada. Al menos rescataron a Nan Chevalier. Anacaona se refugió junto a Yucahuguamá en Iguanaboina.
Ramón Pané clava su crucifijo en la cima del cerro; Ogún coordina el ataque de remate con las tropas taínas al mando de Maniocatex; Conan se ubica como carnada al borde del valle; Cosmos, Magnuseven y el guerrero Cocubaní vigilan desde las copas de tres ceibas gigantescas… Namirrha permanece hierático en el background.
Tres naves se perfilan en el lejano horizonte del Turey taíno. Obstruyen ominosamente la luz naciente del Güey en el amanecer del enfrentamiento definitivo. Para el mediodía la vaina no es apta para cardiacos.
El filo de la espada corta de un tajo el tentáculo de metal. El despojo cae frente a Conan justo cuando su poderoso brazo atrapa el arma al final de su vuelo circular. Amaga un segundo ataque. «¡Arrrkkkkk…!!!». Dolor extremo. La descarga del rayo calórico impacta su cuerpo; al segundo ya sus piernas parecen los muslos de un pollo horneado. El destello de un movimiento. Su cuerpo desaparece. Cosmos traza varios movimientos de evasión. Intenta resguardar el cuerpo inconsciente y chamuscado en la ceiba. Suena el chasquido metálico de un latigazo. El árbol se viene abajo. Magnuseven y Cocubaní lanzan un grito de alarma. Sus ceibas también caen fulminadas. Retirada forzada. Los marcianos son dueños del valle. Ahora: rumbo al cerro.
«Conan fuera combate; Eggoviel al parece continuó viajando al pasado…», repasa Pané abanicando con su escapulario marrón los gases venenosos. «Namirrha, ya sabes qué hacer», se santigua, cae de rodillas y ora:
«Suplico la presencia del Ángel del Espíritu Santo. Que su poder hiera con sus propias armas la carne de los marcianos que la blanden contra nosotros.»
Un fuego dorado emana del rosetón en el extremo izquierdo del brazo horizontal de la cruz. Sus llamas moldean la figura del ángel. Se posiciona en primera línea con su espada flamígera apretada contra su pecho. Su aura forma una esfera que cubre el cerro. Su espada gira. El disco de luz devuelve los tentáculos, rayos caloríficos y chorros de gas venenoso que las naves marcianas cañonean sin piedad. El invasor toma cartas en el asunto. Activa un campo magnético que los protege del rebote de sus propios ataques. Ofensiva, defensa y contraofensiva se suceden en repetición instantánea: un pandemónium de artillería pesada. Ni ángel ni marcianos se dan tregua. Pané continúa orando. Los taínos entran en pánico en la falda opuesta del cerro. Intentan huir en desbandada. Ogún los amenaza con su propia versión de la orden «ni un paso atrás» de Joseph Stalin:

El orisha agiganta su cuerpo a dimensiones divinas. Nadie se mueve. Deciden mejor observar los quince minutos de fama de Namirrha.
Está invocando los caracaracoles macrocósmicos de Yúcahu. Las cuatro criaturas se forman de las piedras de todo el Cibao. De inmediato se ponen manos a la obra. Intentan aplastar una y otra vez las naves. El ataque de los marcianos es incesante. El gas negro los confunde; los rayos caloríficos hacen que sangren lava; los tentáculos se enredan en sus pies; los derriban.
«No hay de otra Namirrha: lanzaré el ángel contra las naves, la energía de sus armas es inago…»
«¡Miren!!!»
«¡Vade retro Sata…!», Pané detiene el exorcismo. «¡Eggoviel!!!»
Desciende sobre la esfera.
«Sorry, estaba cumpliendo una misión con Guabonito», emoticón con risita pícara. «Pero nada, pídele al ángel que desactive la esfera: su espada será mi trampolín.»
Se deja caer. Rebota sobre la punta de la espada. El resorte lo lanza como un proyectil. Las naves retroceden. Ascienden sin aminorar su ataque. Eggoviel pierde impulso. Tres pares de manos lo empujan: Cosmos, Magnuseven y Cocubaní. Desenvaina su espada. Otra aceleración: Ogún lo batea con su machete. La mano enorme de una cosa invisible lanza una recta con su cuerpo. Crédito para Namirrha. Los marcianos reconocen que la cosa va en serio. Intentan batirse en retirada más allá de la exosfera… Muy tarde.

La eggoespada relampaguea un corte que reduce las naves a tuercas, tornillos y trozos de metal al rojo vivo. El trueno se escucha en Marte. La gravedad extradita a la tierra a los tripulantes desparramados. Eggoviel logra frenar a mitad de camino entre ambos planetas. Su dedo medio se eleva: Fuck you invaders full of shit. Misión cumplida. Back en Quisqueya decenas de marcianos reptan indefensos por el valle.
«A ellos», ordena Ogún.
Los taínos obedecen lanzando la primera carga al machete del Caribe.
Desde el cielo la madre Atabey observa orgullosa el splatter punk y se entretiene contando los trozos de carne alienígena. No se fija que los CABALLEROS se miran intercambiando la misma preocupación: de regreso al futuro, ¿hallarán la línea espacio temporal original, o la creada por la versión alternativa del afiche?

Toquemos madera. Prendamos velas para que los aguarde la celebración del congreso Caribe Extremófilo, y no la venganza marciana.
Fin
Y mientras tanto, en un Caribe paralelo se planifica esta guerra:
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